miércoles, 31 de marzo de 2010
Las Artes y su impacto neurológico.
Ayer por la noche mientras me desparramaba en el sofá, mirando el telediario, una noticia llamó mi atención. -Probablemente porque ocurrió en México.- La noticia trataba sobre unos convictos que habían montado una obra teatral. En un primer momento no veía nada extraordinario, hasta que entrevistaron a uno de los reclusos quien comento: “me siento mucho mejor pues en la representación logramos encaminar las emociones” la nota televisiva mostró como se trasformaban interpretativamente hablando.
Esto me hizo pensar en el papel que las artes juegan no solo como medio de descarga emocional, sino su efecto en la vida cotidiana. Al respecto un ejemplo muy documentado es el de la música. Numerosos estudios tratan de mostrar o negar que el escuchar música, específicamente de Mozart o de algunos de sus contemporáneos, tiene efectos en las habilidades cognitivas.
La creencia podría estar enraizada en algunos mitos de la cultura griega: Orfeo amansaba las fieras; Anfión levantó las murallas de Tebas con su lira. Estos ejemplos muestran como para los griegos la música no sólo actuaba sobre su alma, sino también sobre su voluntad.
Volviendo a nuestros días. El actor francés Gerard Depardieu comentó que Mozart ayudó a curar la tartamudez de su hijo. Este como muchos otros casos forman parte del llamado “Efecto Mozart” que tuvo su auge en la década de los 90¨s, concepto que se le atribuye al francés Alfred Tomatis en su libro Pourquoi Mozart?. revela que la música del compositor austriaco ayuda al oído. Sin embargo la concepción actual del efecto, se da cuando sale a la luz la investigación de la psicóloga Frances Rauscher y el neurobiólogo Gordon Shaw de la Universidad de Wisconsin quienes describieron un experimento en el cual 36 estudiantes fueron expuestos durante 10 minutos de la sonata para dos pianos en re mayor K.448 de Mozart y que tal exposición tenía efectos positivos en las pruebas de razonamiento espacio temporal. Este efecto duraba unos 10 minutos. El artículo fue publicado en 1993, en la revista Nature.
Hoy se discute el experimento, ya que se han realizado pruebas similares, sin que se reproduzcan los mismos resultados. El Ministerio alemán realizó una investigación en la que concluye que "escuchar pasivamente la música de Mozart - o cualquier otro tipo de música del agrado de uno - no hace a una persona más inteligente. Pero más estudios deben hacerse para saber si las clases de música podrían aumentar el Coeficiente Intelectual de su hijo en el largo plazo.”
Otras voces se refieren a la poca fiabilidad del experimento de Rauscher y Shaw, principalmente porque el experimento no aporta datos concluyentes sobre la respuesta que supuestamente tiene la música en el sistema nervioso central. Además debemos recordar que el “Efecto Mozart” es una marca registrada, por tanto podría ser que la “ciencia” haya sido utilizada para obtener beneficios económicos. En este sentido las voces “disidentes” tienen mucho peso. Pero solo por no dejar, habrá que escuchar la sonata. Igual en ocasiones necesitamos una excusa en la búsqueda de inspiración en nuestro trabajo, la sonata K.448 es una magnifica oportunidad.
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