jueves, 26 de agosto de 2010

Encierros de Pamplona: la salvaje lobreguez

dull roots with spring rain
[T. S. Eliot, The Waste Land, 3-4]

Pamplona no se revela a sí misma, para el extranjero, a menos que éste haga dos cosas: (1) se integre a ella o (2) se abstenga de ella. El caso (1) es el de aquél que vive como un ptv. [Y además club de golf.] El caso (2) es de quien se encuentra con la incapacidad de comprender Pamplona en su entera nudez. ¿Cómo puede ser incomprensible una revelación de Pamplona?

Para verlo, ha de distinguirse antes (3) una tercera posibilidad que, fuera de engaños, es poco más que un limbo. Podríamos llamarlo el limbo de los extranjeros: consiste en construir una "Pamplona alternativa", aprovechando los lazos de similitud y simpatía que compartimos todos en cuanto expatriados (transterrados) añorantes. Claro: este limbo tiene un ligero toque artificial y conecta siempre con alguno de los otros dos casos.

De (1), la vida del pamplonica no toca hablar ahora. Enfoquemos la última opción, (2): la revelada incomprensible nudez de Pamplona. Creo que la mejor descripción es “la salvaje lobreguez”: la vida en Pamplona como un páramo yermo*. De no aceptarse el páramo, el extranjero vive a su ritmo, en su limbo (¡el de la comunidad de extranjeros aquí o el limbo falso, virtual, de internet!), o en la vida común de Pamplona, pero entregado al final a la soledad que sólo conoce el expatriado.

Ninguna de estas condiciones es normativa; cada quién verá cómo actuar. Con tal que se vea que vivir en Pamplona no equivale en modo alguno a vivir en cualquier otra ciudad como estudiante extranjero. Yo diría que hay buenas posibilidades de autodescubrimiento. Incluso el limbo guarda consigo momentos alegres, aun si muchos días terminan con pizzas Eroski y algún programa de televisión extraño.

[* Su actualidad histórica será discutible, pero no en vano fue a la Generación Perdida -¡Hemingway!- a quien se le concedió una de las más grandes revelaciones literarias de Pamplona.]

domingo, 22 de agosto de 2010

Variaciones sobre los Encierros, 2. Los primeros mundos

Al hablar con compañeros americanos en Pamplona, unos dicen: "se vive mejor aquí"; otros: "yo vivía mejor allá".

Al parecer, depende de qué esquema de "desarrollo" valoren más (cf. abajo: "Encierros de Pamplona: el primer mundo". –Hay que presuponer, para efectos de lo que aquí digo, que el mundo hispanoamericano ha adoptado, en general, un esquema de desarrollo de corte anglo-americano más que europeo o, para el caso, propio, como se sabe). Unos añoran el mega centro comercial climatizado, abierto domingos y festivos, con veinte salas de cine y, en su casa, el cine personal con sonido surround y quinientos canales. A otros les gusta la idea de caminar a su "trabajo" –llámese tesis o como sea– y, al regreso, pasar por la frutería de siempre a comprar cerezas o higos sin refrigerar, dependiendo de la temporada.

A los primeros les desespera que el Carrefour y El Corte Inglés cierren el domingo; no saben qué hacer consigo mismos un día entero, forzados a prescindir del esquema vital del liberalismo económico. Los segundos pueden aburrirse a veces, sobre todo en un principio, pero al fin y al cabo aprenden –aprendemos– que un buen paseo por la Ciudadela o por lo viejo –sobre todo si es con la novia, por ejemplo– tiene tanto y más encanto que emular la frenética y hueca rutina de consumo de nuestros lugares de origen (a la que, llegado el momento, volvemos aun a nuestro pesar...).

Algunos me decían que extrañaban su carro... quizá por el frío, o por el calor del breve verano pamplonés. Sobre el "primer mundo" de la "comodidad", por ahora sólo tengo una cosa que decir: cuando me atoro en el tráfico, encerrado en mi carrito con música y aire acondicionado, recuerdo: "y pensar que, en Pamplona, salía de mi casa caminando...". Y por una pradera llegaba a mi "trabajo".

Disfruten.
¡Salud!
vic

sábado, 21 de agosto de 2010

Variaciones sobre los Encierros, 1

Como supongo que ocurrirá con cualquier estancia en un lugar, la historia en Pamplona puede ser contada, en efecto, objetiva o subjetivamente. Para evitar la jerga pseudo-filosófica, digamos, mejor –con jerga misticoide–, que puede ser contada una historia exterior y una "interior".

En cualquier caso, para que Pamplona "entre" y se genere historia interior, debe pasar tiempo. Una estancia de seis meses, por ejemplo, no daría margen para ello: la historia se reduciría a mera narración de peripecias –a grandes rasgos, las mismas para todos–: paraguas vencidos, caña en el Bar Iruña, viaje a San Sebastián y la errática e inconstante nieve invernal –la cual constituye, por lo demás, una experiencia primeriza para más de un americano–. (A ello habría que añadir ahora las cenas de la comunidad mexicana o americana en la taquería, instalación nueva e inexistente en la Pamplona que yo conocí tantos años). El frenesí viajero (y cañero) de los visitantes de intercambios semestrales es un buen ejemplo de cómo la necesidad de "crear" historia exterior impide generar la otra.

Cuando sabes que vas a estar ahí indefinidamente, o tienes fecha de regreso en tres años, ves las cosas de otra manera. Entonces dejas de ser un visitante acelerado y te vas empastando con la vida pamplonesa, aunque sin perder la actitud contemplativa –más bien, refinándola y madurándola–.

Lo cual no quita las cañas en el Iruña o, mejor, en la Navarrería (aunque pueda estar de acuerdo con Newman, solía agradecer un poco de ambiente extra-universitario los fines de semana...): sólo les da un nuevo sentido y, por ello, felicidad siempre fresca. Pueden ser las mismas pero no aburren, pues lo que buscas no es ya experiencias "nuevas" –que comoquiera las tienes, pero sin atolondramiento y a sus tiempos–, sino el gozo habitual de las cañas con los amigos.

¡Salud!
vic

viernes, 20 de agosto de 2010

Encierros de Pamplona: el primer mundo

Hay una diferencia sutil entre los EEUU y Europa. No se trata de una cuestión tópica. Para tópicos, diríamos sencillamente que Europa está de vuelta de todo, es un continente cansado, y EEUU es la “tierra de la libertad”, de los Founding Fathers, la búsqueda de la felicidad y una hamburguesa con queso. La verdadera diferencia consiste en el sentido que se le da a primer mundo.


(1) El primer mundo americano está dominado por una idea: comodidad. El primer mundo americano es la tierra de las oportunidades en el sentido de que todos deberían poder tener un coche, un lugar donde vivir, un trabajo y hobbies. Es el derecho a perseguir la felicidad, a través del trabajo y la solidaridad.

(2) El primer mundo europeo no tiene nada que ver con la comodidad. Basta con comparar los cuartos de baño europeos y los americanos. O la lavandería. Por primer mundo en Europa no se entiende comodidad. Se entiende una cosa bien distinta, que acaso podríamos resumir como "libertades" en el sentido de “ampliación de derechos sociales”. En Europa todos tienen derecho a vivir a vivir de modo similar a todos los demás.


Corolario: Yo espero, en EEUU, ochenta canales de televisión, aire acondicionado en mi casa, y un trabajo “auto-realizante" (lo que sea que signifique eso). En Europa espero un trabajo que me permita tener horas libres para hacer lo que se me dé la gana, mientras no moleste a nadie.

En ambos casos, en realidad, lo que quiero es una vida privada con sentido. Quizá allá espere tiempo libre de entretenimiento y calidad, mientras que aquí espero un acceso universal a la cultura…

martes, 17 de agosto de 2010

Encierros de Pamplona: las tres edades de la vida


Me lo contaron así: la prehistoria iruñean es terrible y dura tres años. Luego comienza el Siglo de Oro, que no alcanza ni un instante más allá del quinto año. Después viene la enfermedad mortal, sólo curable por la salida. Insisto: esto me lo han contado. Por supuesto, están implicadas antes las expectativas del sujeto.


Éstas pueden ser objetivas o subjetivas. Objetivamente, Europa: cultura y sociedad (TM). (O lo que sea que tenga que ver Pamplona con Europa, según ésta se entiende a sí misma como plural-inclusiva.) Subjetivamente, puede encontrarse a sí mismo: desdibujado su horizonte, queda sólo el sujeto.


También puede alienarse en lo que quiera.


Newman decía que los tres años de estudios en Oxford eran una metáfora de la vida: juventud, madurez, vejez. Por supuesto, esto fue antes de que Oxford se rindiera a Napoleón, al que Tolstoy pintaba como un ego incontenible, a-histórico. Como la encarnación individual de Bolonia y los burocratismos.

domingo, 15 de agosto de 2010

Encierros de Pamplona: Prólogo


A JF, con admiración


You’re an expatriate, see…

El autor que no reclame omnisciencia (literaria) debería dedicarse a los debates televisivos o alguna cosa abstrusa por el estilo. Hablo entonces por todos los americanos venidos a Pamplona: insolencia puramente literaria, por lo demás. No nos pongamos incómodos.

Personas hay que piensan que, como una opinión no es necesariamente verdadera, puede ser falsa: por tanto una opinión vale tanto como cualquier otra. Parten correctamente: la opinión no es ciencia; concluyen ridículamente: la opinión es atómica. Por lo mismo, no puedo (normativo) imponer mis opiniones a nadie. Es decir: «tengo una opinión, pero creo que tu opinión puede ser verdadera también, así que no afirmo la mía como algo verdadero, sino como una simple opinión». Ésta es una aplicación miserable de la “tolerancia”. Ser “tolerante” no significa que crea que mi opinión es tan verdadera como la tuya. Significa que creo que mi opinión es válida y la tuya no, aunque no te voy a matar por eso. Niveles argumentativos, “niveles de verdad”, etc. [También habría que distinguir entre un sentido fuerte de la opinión y uno más débil: algo así como opinión y creencia, pístis y dóxa, pero bueno. E introducir términos como política, coacción, etc. Pero esto no va tan en serio.] Las opiniones son capital de diálogo real. Verdaderamente tolerante es que, si me pides razones de mi opinión, (1) te las daré y (2) si son menos fuertes que las tuyas, cambiaré de opinión. Sostener una opinión no es ser facha o dogmático; no estar dispuesto a sostener mi opinión con razones o a cambiarla si se me hace ver lo contrario.

Y viva Voltaire.

Así que eso: los americanos vamos a opinar sobre la vida en Pamplona. Así son las cosas…