Desde una perspectiva actual, que valora la riqueza cultural de los pueblos y sus rasgos de identidad, el barroco se presenta como uno de los momentos más interesantes de la historia de la arquitectura. Este no significa una decadencia del Renacimiento, sino su clímax: los conflictos inherentes a la cultura fueron superados, y no porque fueran resueltos sino porque se tomó conciencia de ellos y se transformaron en una energía productiva”. Esta síntesis inclusiva del siglo XVIII es capaz de incorporar las peculiaridades regionales, articulando la pluralidad de contenidos en una manifestación estética unitaria y verdaderamente sintética a pesar de su diversidad formal.
El barroco introduce una forma diferente de expresión del mundo a partir de la percepción propia de cada sujeto. De esta manera la arquitectura se define no solo por el contexto cultural y la personalidad de quien la produce sino también por quien la recibe, entendiendo al hombre como constructor de su propio espacio existencial. Este, va a ser el producto de la conjunción de la cultura donde se desarrolla la obra y de quien la decodifica. Si abordamos su estudio a partir de la definición de los conceptos arquitectónicos esenciales: el espacio y sus límites; el color, la luz y la decoración pero entendidos como producto de una sociedad en un espacio y en un tiempo determinado, podremos establecer las variaciones que lo singularizan y le dan identidad. Se trata de un análisis metodológico el modo en que esta arquitectura da respuesta a los condicionantes espacio-temporales.
En América, la conquista significó la desarticulación del espacio existencial indígena a partir de la destrucción de las estructuras físicas que albergaba sus experiencias vitales y simbólicas. Frente a la pérdida de su mundo, el indígena conserva en su mente el recuerdo de sus experiencias ancestrales que rescata e integra en una organización espacial diferente. La estructuración simbólica y su relación con la naturaleza van a referir a su propia cultura, aun cuando el marco arquitectónico y urbano responda a concepciones europeas. El hombre americano se manifiesta entonces, como generador de nuevas entidades formales impregnando las previamente concebidas de otros significados. Es precisamente en los siglos XVII y XVIII, con el barroco, donde la arquitectura y su espacio arquitectónico serán la expresión del espacio existencial verdaderamente americano. Pero este no tendrá una única lectura ya que será la manifestación de los espacios existenciales de los distintos grupos que integran la sociedad.
Al incorporar estas premisas en el estudio de la arquitectura hispanoamericana se puede inferir que, la existencia en América de “diferentes mundos sensorios”, sustentados en la multiplicidad étnica y cultural de la sociedad virreinal, va a originar diferentes experiencias espaciales pautadas por las estructuras cognitivas de quienes perciben. El valor del barroco americano radica precisamente en su capacidad intrínseca de ser capaz de expresar el espacio existencial de los distintos grupos sociales y culturales de la América del siglo XVIII.
Las raíces del barroco iberoamericano se encuentran claramente en España donde, ya antes de pasar a América, se establecen diferencias con las expresiones germánicas y austríacas. La arquitectura hispánica en los distintos períodos históricos presenta una identidad que la singulariza y distingue del resto de Europa. Las condiciones sociales y culturales de la península, especialmente en Andalucía, por la influencia islámica, le brindan una pluralidad y diversidad que le permite asimilar con mayor facilidad el contacto con América. La arquitectura española e hispanoamericana van a constituir la mejor expresión de la “síntesis barroca “tanto en su dimensión cultural como formal. La arquitectura barroca va ser la vía a través de la cual la sociedad colonial del XVIII pone de manifiesto sus expectativas coloniales.
A medida que la colonización se va afianzando el indígena empieza a manejar con mayor libertad las estructuras formales traídas por los europeos, a las que ya ha asimilado a sus propias formas y técnicas. La impronta indígena va a ir adquiriendo progresivamente una mayor libertad expresiva lo que se hace más evidente en el barroco. Éste al tener una menor sujeción a rigurosas pautas estilísticas va a permitir la manifestación de rasgos estéticos netamente americanos. Características que no son plenamente europeas ni indígenas sino el producto de la aculturación gestada durante el siglo anterior.
Luego de varias generaciones de hijos de españoles y mestizos nacidos en el nuevo mundo, la sociedad virreinal va adquiriendo una identidad verdaderamente americana que la diferencia de las pautas culturales europeas. El espacio, el ambiente natural y el tiempo en el que construyen sus referentes existenciales ya no son los mismos. Por lo tanto en las manifestaciones artística se va diluyendo la relación con las fuentes y asumiendo una identidad netamente americana.
Estos espacios son la manifestación de la síntesis cultural alcanzada por el barroco americano que va a potenciar y desarrollar las experiencias vitales de distintos grupos sociales y étnicos. Esta afirmación no implica negar las tensiones existentes en una sociedad compleja y muchas veces antagónica pero es precisamente en el arte y en la arquitectura barroca donde la diversidad americana encuentra el ámbito apropiado para la integración. Una comunión de formas, que sin proponérselo, permitió y alentó la pervivencia de los diferentes espacios existenciales americanos.
El barroco introduce una forma diferente de expresión del mundo a partir de la percepción propia de cada sujeto. De esta manera la arquitectura se define no solo por el contexto cultural y la personalidad de quien la produce sino también por quien la recibe, entendiendo al hombre como constructor de su propio espacio existencial. Este, va a ser el producto de la conjunción de la cultura donde se desarrolla la obra y de quien la decodifica. Si abordamos su estudio a partir de la definición de los conceptos arquitectónicos esenciales: el espacio y sus límites; el color, la luz y la decoración pero entendidos como producto de una sociedad en un espacio y en un tiempo determinado, podremos establecer las variaciones que lo singularizan y le dan identidad. Se trata de un análisis metodológico el modo en que esta arquitectura da respuesta a los condicionantes espacio-temporales.
En América, la conquista significó la desarticulación del espacio existencial indígena a partir de la destrucción de las estructuras físicas que albergaba sus experiencias vitales y simbólicas. Frente a la pérdida de su mundo, el indígena conserva en su mente el recuerdo de sus experiencias ancestrales que rescata e integra en una organización espacial diferente. La estructuración simbólica y su relación con la naturaleza van a referir a su propia cultura, aun cuando el marco arquitectónico y urbano responda a concepciones europeas. El hombre americano se manifiesta entonces, como generador de nuevas entidades formales impregnando las previamente concebidas de otros significados. Es precisamente en los siglos XVII y XVIII, con el barroco, donde la arquitectura y su espacio arquitectónico serán la expresión del espacio existencial verdaderamente americano. Pero este no tendrá una única lectura ya que será la manifestación de los espacios existenciales de los distintos grupos que integran la sociedad.
Al incorporar estas premisas en el estudio de la arquitectura hispanoamericana se puede inferir que, la existencia en América de “diferentes mundos sensorios”, sustentados en la multiplicidad étnica y cultural de la sociedad virreinal, va a originar diferentes experiencias espaciales pautadas por las estructuras cognitivas de quienes perciben. El valor del barroco americano radica precisamente en su capacidad intrínseca de ser capaz de expresar el espacio existencial de los distintos grupos sociales y culturales de la América del siglo XVIII.
Las raíces del barroco iberoamericano se encuentran claramente en España donde, ya antes de pasar a América, se establecen diferencias con las expresiones germánicas y austríacas. La arquitectura hispánica en los distintos períodos históricos presenta una identidad que la singulariza y distingue del resto de Europa. Las condiciones sociales y culturales de la península, especialmente en Andalucía, por la influencia islámica, le brindan una pluralidad y diversidad que le permite asimilar con mayor facilidad el contacto con América. La arquitectura española e hispanoamericana van a constituir la mejor expresión de la “síntesis barroca “tanto en su dimensión cultural como formal. La arquitectura barroca va ser la vía a través de la cual la sociedad colonial del XVIII pone de manifiesto sus expectativas coloniales.
A medida que la colonización se va afianzando el indígena empieza a manejar con mayor libertad las estructuras formales traídas por los europeos, a las que ya ha asimilado a sus propias formas y técnicas. La impronta indígena va a ir adquiriendo progresivamente una mayor libertad expresiva lo que se hace más evidente en el barroco. Éste al tener una menor sujeción a rigurosas pautas estilísticas va a permitir la manifestación de rasgos estéticos netamente americanos. Características que no son plenamente europeas ni indígenas sino el producto de la aculturación gestada durante el siglo anterior.
Luego de varias generaciones de hijos de españoles y mestizos nacidos en el nuevo mundo, la sociedad virreinal va adquiriendo una identidad verdaderamente americana que la diferencia de las pautas culturales europeas. El espacio, el ambiente natural y el tiempo en el que construyen sus referentes existenciales ya no son los mismos. Por lo tanto en las manifestaciones artística se va diluyendo la relación con las fuentes y asumiendo una identidad netamente americana.
Estos espacios son la manifestación de la síntesis cultural alcanzada por el barroco americano que va a potenciar y desarrollar las experiencias vitales de distintos grupos sociales y étnicos. Esta afirmación no implica negar las tensiones existentes en una sociedad compleja y muchas veces antagónica pero es precisamente en el arte y en la arquitectura barroca donde la diversidad americana encuentra el ámbito apropiado para la integración. Una comunión de formas, que sin proponérselo, permitió y alentó la pervivencia de los diferentes espacios existenciales americanos.
Dos profesores míos escribieron hace algunos años un par de ensayos geniales sobre el barroco y la cultura mexicana:
ResponderEliminarHéctor Zagal y Luis Xavier López Farjeat
Dos aproximaciones estéticas a la identidad nacional : una filosofía de la cultura desde el barroco y el surrealismo
Monterrey : Universidad Autónoma de Nuevo León, 1998
http://innopac.unav.es/search*spi/?searchtype=Y&oculto=&searcharg=dos+aproximaciones+estéticas&SORT=D&searchscope=1&Buscar=Buscar
Un ejemplo de ésta entrada es sin duda el templo de Santo Domingo en Oaxaca México.
ResponderEliminarhttp://es.wikipedia.org/wiki/Templo_de_Santo_Domingo_de_Guzm%C3%A1n_(Oaxaca)
Saludos
Rc
Y el horror al vacío de Tepotzotlán: http://hispanicbaroquetechnologiesofculture.files.wordpress.com/2008/09/tepotzotlan-2.jpg
ResponderEliminarUn gran experto en arquitectura barroca de España y Latinoamérica es Joaquín Lorda, profesor de Historia de la Arquitectura de la Escuela. Un genio y una persona muy entrañable. En este blog he encontrado una pequeña presentación y entrevista con él.
ResponderEliminarhttp://fotosjaviperez.blogspot.com/
Parece que está dispuesto a darnos una sesión sobre el tema...Habrá que buscar fecha.
Perfecto!
ResponderEliminarSerá buenísima, saludos.
Rc