domingo, 15 de agosto de 2010

Encierros de Pamplona: Prólogo


A JF, con admiración


You’re an expatriate, see…

El autor que no reclame omnisciencia (literaria) debería dedicarse a los debates televisivos o alguna cosa abstrusa por el estilo. Hablo entonces por todos los americanos venidos a Pamplona: insolencia puramente literaria, por lo demás. No nos pongamos incómodos.

Personas hay que piensan que, como una opinión no es necesariamente verdadera, puede ser falsa: por tanto una opinión vale tanto como cualquier otra. Parten correctamente: la opinión no es ciencia; concluyen ridículamente: la opinión es atómica. Por lo mismo, no puedo (normativo) imponer mis opiniones a nadie. Es decir: «tengo una opinión, pero creo que tu opinión puede ser verdadera también, así que no afirmo la mía como algo verdadero, sino como una simple opinión». Ésta es una aplicación miserable de la “tolerancia”. Ser “tolerante” no significa que crea que mi opinión es tan verdadera como la tuya. Significa que creo que mi opinión es válida y la tuya no, aunque no te voy a matar por eso. Niveles argumentativos, “niveles de verdad”, etc. [También habría que distinguir entre un sentido fuerte de la opinión y uno más débil: algo así como opinión y creencia, pístis y dóxa, pero bueno. E introducir términos como política, coacción, etc. Pero esto no va tan en serio.] Las opiniones son capital de diálogo real. Verdaderamente tolerante es que, si me pides razones de mi opinión, (1) te las daré y (2) si son menos fuertes que las tuyas, cambiaré de opinión. Sostener una opinión no es ser facha o dogmático; no estar dispuesto a sostener mi opinión con razones o a cambiarla si se me hace ver lo contrario.

Y viva Voltaire.

Así que eso: los americanos vamos a opinar sobre la vida en Pamplona. Así son las cosas…

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