Parece difícil fijar una fecha exacta en la que el hombre se deslizó por primera vez sobre una ola. Los orígenes de esta actividad suelen estar asociados a las culturas de la Micronesia y otras islas del Pacífico, donde lo realizaban en canoas y sus barcas pesqueras.
Por otro lado, no pueden pasar de largo los indicios que muestran la asociación de esta actividad a algunas culturas de Sudamérica situadas próximas a la costa. Las culturas Mochica y Chimú, del norte de Perú, dejaron representaciones de esta actividad en los huacos, piezas de cerámica preincaica donde mostraban a hombres sobre una embarcación en actitud de cabalgar sobre las olas.
El caballito de totora, símbolo representativo de estas culturas milenarias, fue el tipo de embarcación construida para tales fines Tup es el nombre nativo antiguo del caballito de totora. Los pescadores adultos surcaban olas al regresar de sus faenas de pesca, y con seguridad, sus hijos surcaban olas con sus tups para divertirse en sus momentos libres. El material utilizado durante milenios para la elaboración de estas rústicas naves se extrae de los totorales, que se encuentran bordeando la playa, en una línea verde casi imperceptible.
Huanchaco, uno de los últimos reductos donde quedan totorales, reúne a numerosos bañistas que acuden a sus playas a practicar deportes acuáticos. Anualmente se realizan campeonatos donde participan surfistas y expertos en caballitos de totora.
Una aproximación antropológica y etnográfica de este tema se puede encontrar en el libro “Tup el Pescador” del antropólogo peruano Richard Sabogal.
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