Los mexicanos acaso conocerán su nombre: fue fundador del IPADE (una escuela de negocios constantemente calificada por Forbes como una de las mejores del planeta y la mejor de Latinoamérica), de la Universidad Panamericana y de la revista Istmo (de humanismo y cultura empresarial). Quienes conozcan la Universidad de Navarra quizá lo conozcan como hermano de Don Alejandro Llano, a quien acompañamos en estos momentos.
Como todos los estudiantes de Filosofía de la Panamericana, fui alumno suyo. El primer libro de filosofía que leí en la carrera fue su Viaje al centro del hombre. Su artículo “La dimensión empírica de la argumentación metafísica en Tomás de Aquino y Aristóteles” me pareció, durante mucho tiempo, fundamental. Nuestras opiniones en filosofía y otras cuestiones no podrían en ocasiones ser más divergentes. Pero me parece que en honor a su memoria puedo dedicar unas palabras en este blog para acercarlo a quienes no lo hayan conocido.
Durante los dos años de clase que me tocaron nunca llegó tarde. He escuchado miles de historias suyas y he vivido también muchas. Los tópicos de su clase me tocaron y lo he visto ser un profesor enfrascado en su exposicion, un profesor cansado, un profesor distraído, un profesor alegre, un profesor exigente. He escuchado y he visto cómo aprovechaba su tiempo, incluso en el coche. Lo he oído contar su experiencia en la lección inaugural de Réginald Garrigou-Lagrange en la Universidad de Santo Tomás en Roma (Garrigou era el gran tomista de la vieja guardia). Lo he escuchado comentar anécdotas sobre él y otros miles de personajes. He escuchado historias de él en Roma, a mediados del siglo pasado, mientras estudiaba filosofía, y antes: de cómo perdía sus gafas constantemente, de cómo su padre irónicamente lo convenció de estudiar filosofía dándole un libro de William James… He escuchado sus teorías: el aire acondicionado estropea los motores de los coches… Lo he visto ilustrar los experimentos de Pavlov con historias de uno de sus ranchos de vacas… Mil historias.
Conservo varias cosas suyas. Primera: unas fotocopias de la Suma Teológica. Le había preguntado en clase sobre la materia como principio de individuación; me contestó algunas cosas y a sesión siguiente me llevó las fotocopias. Segunda: le envié un ejemplar de mi tesis, en la que lo citaba un par de veces. Me contestó con una carta dándome las gracias (citarlo ahí no era realmente mucho para él: que me agradeciera me puso muy contento) y explicando un par de puntos. Tercera: por trabajo, le pedí unas memorias de un cierto personaje. Me las envió a eso de la semana, muy pronto, diligente: eran historias prolijas, muy buenas.
Majo Pietrini ha puesto algunas palabras de su última clase:
La persona no se define por sí misma, sino en relación con otro. [...] La pluralidad del ser se exige para que yo pueda ser yo. [...] De algún modo tenemos una sed metafísica del otro. La otredad subsiste en la posibilidad del ser amado; en el anhelo de la persona ausente. El amor significa querer con la otra persona.El Doctor Llano hablaba mucho de esto: del amor, la otredad, la otredad con el prójimo y con Dios.
Su clase, por cierto, tenía un nombre genial: Bases noéticas para una metafísica no racionalista. Era una disputa gnoseológica contra Kant, amparándose en Tomás de Aquino. En realidad, más a fondo, era una disputa antropología con la inmanencia de la filosofía moderna. Felizmente, pudo publicar, entre otras muchas cosas, los tomos de esta gran obra: Abstractio, Separatio, Demonstratio. No sé si se publicó el tomo sobre la reflexión. Felizmente, también, recibió el merecido homenaje a todo gran profesor de filosofía: la publicación de su Festschrift, Metafísica, Acción y Voluntad, editado en 2005 por Héctor Zagal. Probablemente sus trabajos de filosofía de la empresa alcancen un mayor público.
Que descanse en paz.
Pueden encontrarse testimonios sobre él aquí, en la página de la Universidad Panamericana. Pueden enviar también los suyos.
Yo nunca tuve el honor de conocerlo en persona, pero siempre en la uni lleve sus libros o algún profesor lo citaba, siempre presente. Gracias.
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